LAPSUS (hecho real)
Manuel, un chico joven con muchas
inquietudes, trabajaba como repartidor, cobrador, vendedor para una empresa que
se dedicaba a suministrar librerías, colegios e institutos, de todo el material
que necesitaran.
Al final del día tenía que
recorrer muchos kilómetros y mantener siempre una sonrisa amable con los
clientes. Su jornada de trabajo empezaba a las 8:00 de la mañana, sabía cuando
empezaba, no cuando terminaba, porque en “teoría” era a las 20:00,
pero había que regresar al almacén, entregar los pedidos, el dinero de las
facturas cobradas y si por casualidad había que terminar de descargar un
contenedor, Manuel siempre echaba una mano. Antes de las 11 de la noche,
Manuel, no llegaba a casa.
¿Trabajaba mucho?. Si. ¿Ganaba un
buen sueldo?. Si.
Pero su vida social se vio de pronto reducida a los fines de semana. Y los
fines de semana había que reponer fuerzas para lo que le esperaba durante la
semana. Así que se resumía a los viernes por la noche y un ratito los domingos.
Manuel necesitaba más tiempo
libre, tenía otras inquietudes. ¿De qué le servía ganar tanto dinero?. Quería
hablar con su jefe e intentar cambiar de ruta a una más corta o ampliar los
días de descanso. Lo hablaría hoy cuando regresara de trabajar. Había decidido Manuel.
Esa mañana, Manuel, llegó al
almacén a las 8:00, como de costumbre. Mientras sus colegas se encargaban de cargarle el coche, Manuel fue al despacho de su jefe para recoger las facturas y la ruta de ese día. Le tocaba el norte, tenía por delante una hora y cuarto para llegar a su destino. Eso sin contar con las posibles retenciones por derrumbes en la carretera, era invierno y llevaba lloviendo cuatro días. Casi todo el trayecto era bordeando la costa, y había un tramo algo estrecho, montaña a la izquierda, precipicio al mar a la derecha, si hay un derrumbe no hay escapatoria.
_ Cuando llegues, antes de enseñarle la factura a María, le dices que me llame, por favor. Le dijo su jefe.
Así sin mas recomendaciones a las 8:30 salió rumbo a su destino. Calculó que sobre las 9:45 estaría en la librería de María. Encendió el reproductor de música y se dispuso a conducir.
Llevaría medio camino recorrido cuando tuvo que parar, unas palas mecánicas estaban terminando de retirar de la carretera los restos de un derrumbe causado por las lluvias. Siguió su camino un cuarto de hora después, cuando le dieron vía libre. Al llegar a la ciudad donde estaba la librería de María, vio que aun no había abierto. Aparcó el coche y fue a tomar un café. Al cabo de unos minutos vio a maría que venía por la plaza, fue a su encuentro y juntos entraron en la tienda.
Manuel le dijo que llamara a su jefe.
Cuando Jorge, el jefe de Manuel, contestó la llamada, se extraño que fuese María, y sin dejarla hablar le dijo,
__ Hola María, mira Manuel va hoy para ahí.
__ Manuel ya está aquí y por eso te llamo, el me dijo que querías hablar conmigo. Le dijo María.
__ ¿Qué Manuel está ahí?.
__ Si.
__ Pásamelo.
__ Dígame Jorge.
__ Porque estoy hablando contigo y antes hable con María, sino, no me lo creo. ¿Qué has hecho o como lo has hecho?, ¿tu sabes la hora que es?.
__ Pues … no.
__ Las 9 de la mañana.
__ ¿Las 9?
__ Si. Tu ¿me quieres decir que atajo has cogido?
__ Pues… no lo se. Y Manuel le pasó el teléfono a María.
Mientras Jorge y María hablaban, Manuel se preguntaba por esa hora y algo (ganada o perdida, aún no lo sabía), no sabía que había pasado con esos largos minutos y al mismo tiempo tan cortos para él, ni tampoco que había pasado con él mismo.
Cuando por la noche llegó al almacén, se dirigió al despacho de Jorge, después de despachar las facturas y los pedidos le explicó como había sido el viaje de ida y que aún no entendía lo que había podido pasar. Jorge le dijo que lo había estado pensando y que le cambiaba la ruta, que se tomara la semana de descanso y el lunes empezaba solo en la capital y que trabajaría de lunes a jueves.
No tuvo necesidad de hablar con Jorge sobre el cambio de forma de trabajar. Pues bienvenidos sean esos minutos perdidos o ganados.