EL EXPEDIENTE
(Vanessa)
El sol de la mañana se reflejaba en los cristales del nuevo edificio de corte moderno. Tras varios años en construcción, había llegado el día de la inauguración del nuevo Centro de Tratamiento de Expedientes. Philippe lo miraba ensimismado. Aquel era un día muy especial. Su primer día de trabajo. Bien es cierto, que llevaba 20 años en el servicio, pero aquel era el primer día de una nueva etapa.
Tras una serie infinita de informes, en los que hacía constar las bondades de un centro modernizado, frente a las desventajas de su antiguo centro, le habían hecho caso y aquí estaba la nueva sede. Ya lo había visto en los planos. El nuevo edificio contaba con todas las comodidades: escritorios amplios con bandejas a diferentes alturas, estanterías con todo un repertorio de carpetas y folios de colores, troquelados y sin troquelar, con mem- brete y sin él. Sabía que también habría un almacén de material de oficina: bolígrafos, lápices, y lo mejor de todo: tampones de todo tipo, con tinta en varios colores... ¡Ah, qué maravilla! Casi podía oler el papel...
Atrás quedaban los días en los que todo se hacía con ordenador. Se acabaron los "ya se lo mando por mail" o los "en unos días recibirá una respuesta por sms". No. Se acabó. Al fin y al cabo, ya lo decía el Reglamento:
"... El expediente tiene prioridad absoluta. Éste debe estar completo y correctamente cumplimentado. Este aspecto es más importante que el tiempo que se tarde en tramitar. Se podrá reclamar toda la documentación necesaria para cumplir este punto...
...El soporte preferido para aportar la documentación será el papel. En la medida de lo posible se evitará el resto. Siempre que sea posible, se preferirán copias con sello que les aporten autenticidad..."
¿Cómo podía hacer esto si tenía que lidiar con aquellas horribles máquinas, que guardaban los documentos no se sabe dónde? Cada vez que tenía un problema, debía recurrir a los Informáticos, lo cual le suponía una degradación porque para el suponía perder el control de sus expedientes. Sin embargo, ahora sería fácil. A partir de aquel día, manejaría PAPELES, preciosos y obedientes papeles. Ahora tendría más poder que el ciudadano, y eso lo llenaba de satisfacción. Ahora podría decirle que la copia no era válida y que tendría que volver al día siguiente con otra en la que se viera bien la esquina del DNI. O quizás rechazar una foto porque la habían traído en un formato equivocado. ¿Es que nadie se lee las listas de documentación necesaria? Bueno, es verdad que no siempre está todo en ellas, pero es que los expedientes son caprichosos...
Ya se imaginaba el depósito de expedientes. Largas filas de subcarpetas colgantes, ordenadas por colores con sus respectivas pegatinas que les otorgan prioridad. ¡Ahhh!
¡Las ocho! Debía entrar y empezar su jornada. Ya empezaban a llegar las primeras víctimas del sistema, impresionadas por la nueva fachada. Aquel iba a ser un gran día,...después del café.
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